Cada vez que entramos al aula y vemos las caras de nuestros alumnos,
pensamos dos cosas: ¿llegarán a fin de año habiendo aprendido algo? ¿Sentirán
que este espacio está creado para su expresión personal?
Tenemos que admitir que, a veces, tenemos serias dudas acerca
de las dos. Es claro que la primera pregunta depende de nosotros, pero también
de los estudiantes. Pero ¿qué hay acerca del segundo pensamiento? ¿Realmente
los docentes les dan la oportunidad a sus alumnos de expresarse libremente?
Desde que empecé a enseñar en la escuela secundaria, me
pregunto lo mismo: ¿qué puedo hacer para ayudarlos a decir lo que quieren decir
y que no se sientan juzgados por decirlo? ¿Cómo puedo ayudarlos a ser más
creativos, usar su imaginación y descubrir sus talentos ocultos?
Cuando este año comenzó, me preguntaron si quería llevar a
cabo un nuevo proyecto: nuestro propio periódico escolar. Parecía difícil al
principio y mi cabeza nadaba en dudas y miedos. ¿Sería capaz de convertir esta
idea en realidad? ¿Estaba lista para ayudar a mis estudiantes a superar SUS
miedos y mostrarles el potencial que sabía que tenían? ¿Colaborarían?
A pesar de todo esto, pude superarlo y darles las buenas
noticias. Para mi sorpresa, la mayoría reaccionó positivamente. Sintieron que
este ‘espacio’ era verdaderamente de ellos, un lugar donde podían hablar de
cosas que les interesaban y mostrarle al mundo que eran capaces de producir sus
propios artículos. El entusiasmo de volverse escritores era ahora la razón para
investigar, leer y aprender cosas que no hubiesen aprendido por sí solos.
Este es solo el primer paso de un largo camino por delante. Caminamos
codo a codo y trabajamos perseverante y equitativamente para cumplir nuestras
metas. La distancia impuesta entre alumnos y profesores empieza a disiparse. La
confianza aumenta.
Aunque podemos cometer errores (y vamos a cometerlos
definitivamente –porque los errores son hermosos-) estamos aprendiendo cómo ser
responsables de nuestras palabras, cómo aceptar la crítica de una forma madura
y cómo hacer que nuestros pensamientos valgan la pena.
Personalmente quiero agradecer a una de mis maestras, mi
querida Silvia, que me dio esta misma oportunidad once años atrás. Su guía y
pasión me ayudaron a encontrar mi propia voz y superar mis miedos. Sin ella,
esto no habría sido posible. Donde sea que estés, fuiste y serás una de mis
inspiraciones más grandes. GRACIAS.
Un gran GRACIAS a cada persona que ayudó a materializar este
proyecto. Esto es para ustedes también.
Todo lo que resta ahora es leer y disfrutar.
¡Bienvenidos!
Bárbara Toral – Editor/Profesora de
Inglés
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